El mejor regalo para estas Navidades
Las celebraciones de Navidad están ya a las puertas y estamos preocupados por los detalles de última hora, entre regalos y comidas familiares. Nos preocupan porque queremos que todo salga bien, que esté perfecto y que hayamos acertado con lo que creemos que les hará ilusión. Pero vayamos por partes con nuestras preocupaciones. Tanto he leído sobre el tipo de regalo más adecuado según la edad, creo que lo que mejor me ha convencido es la regla de los 4 regalos. Pero son regalos materiales, de los que puedes abrir y romper su papel al abrirlos.
Si alguna fecha es especialmente indicada para prestar atención a algo más que el aspecto material de la vida, es sin duda la Navidad. Es el mejor momento para acordarnos de regalar a nuestros hijos algo más que regalos materiales. Es una buena ocasión para los regalos espirituales, que deberían estar presente a lo largo de todo el año, pero sobre todo ahora. Es un buen momento para llenarles de amor, y también de respeto, de humildad, de compasión y de perdón. Cualidades que les acercan a un crecimiento personal más profundo, a un sentido de la vida en comunión con los demás y con nosotros mismos, porque dan la paz en fondo de nuestro corazón.
Hablo de regalarle a nuestros hijos una mirada del otro como un ser infinitamente valioso, lleno de dignidad, con derecho a ser respetado y aceptado incondicionalmente, y amado solo por hecho de ser una persona. Eso es lo que queremos para ellos (también para nosotros, dicho sea de paso), pero parece que no sea tan sencillo de empaquetar para dejarlo debajo del árbol. Sin embargo, qué necesario es que lo aprendan en su vida y es nuestra misión como madres y como padres que les hagamos partícipes de estos valores. Y la mejor manera es hacerlo a través del ejemplo, siendo su modelo.
Pues os dejo una recomendación para entregárselo directamente y en las mejores fechas del año: las reuniones familiares de Navidad. Es una estupenda ocasión para poner en práctica estas cualidades.
Que suerte si en tu familia todo esto sale espontáneamente y de forma natural, como expresión del amor que os tenéis y por el vínculo que une. Sería fantástico que en todas las casas se respirasen esos valores y se practicasen, pero mi experiencia me viene demostrando que no siempre es así, y si lo es en la nuestra, no lo es en la de nuestra pareja, o al revés. Y cuando llegan los niños, las relaciones suelen tensarse más, al opinar todos sobre el estilo educativo y nuestras prácticas de crianza. Habitualmente nos sentimos juzgados y muchas veces también heridos por comentarios o actuaciones que nuestros familiares hacen.
Pues os propongo para este año, para estas celebraciones, regalarle a nuestros niños un modelo de respeto, de humildad, de compasión y de perdón, para que puedan ver y aprender cómo de expresan. Os propongo para estas fiestas pasar de la situación de siempre, a la defensiva o preparada para el ataque, y empecemos a actuar de una forma diferente.
Os propongo el respeto, no para hablar de su importancia, ni llenarnos la boca al pronunciarlo, ni para pedirlo, sino para practicarlo. Y practicarlo en nuestro grupo de referencia, que piensa más o menos lo mismo que yo, es muy fácil, no es casi ni respeto, sino compartir opiniones o creencias.
El respeto se practica con el que piensa diferente, y lo manifiesta. Se ejercita escuchando con empatía y queriendo de verdad ver al otro que hay detrás de ese comentario, y no quedarnos solo lo que está expresando. Se practica aceptando a la persona, cualquiera que sean sus ideas, por diferentes que sean de las nuestras. Se practica escuchando, aceptando, sin juzgar, sin valorar, teniendo presente que una persona no es solo lo que dice o lo que hace, sino que es mucho más.
Recuérdalo, tenlo presente, cuando tu cuñada/o, o tu suegra/o o la tía de turno te aconsejen un biberón por la noche para que puedas descansar un poco más, o cuando te digan la de problemas que tendrá por no estar escolarizado, o cuando le ofrezcan azúcar, cuando te llamen exagerada o te cuestionen delante del resto de la familia por tus decisiones de crianza. Cuando te digan que eso que tiene es tontería y que se le pasaba con mano dura, cuando te digan que hace de ti lo que quiere y que siempre consigue salirse con la suya, cuando todos sepan cómo afrontar los retos que se van presentando en la educación de tus hijos. RECUÉRDALO, porque son personas con derecho a ser respetadas, aceptadas y amadas.
Te será más fácil recordarlo desde la humildad, desde aceptarnos a nosotros mismos sin necesidad de imponernos a otros, desde la sencillez de que no somos más que otros y por eso podemos abandonar la intención de convencerles y querer que nos validen y acepten que nuestras ideas son las mejores (no tengas dudas de eso, porque si hubiera alguna opción mejor, sería sin duda la que elegiríamos, incluso cuando estamos equivocados, creemos firmemente estar en la razón) pero cada uno tiene prioridades diferentes y las nuestras no son necesariamente mejores, son diferentes.
Practicar la humildad nos permite encontrar un punto de acuerdo, un acercamiento, provoca en los demás un acogimiento mayor que cuando queremos imponernos y convencerles haciendo valer nuestros derechos y nuestro ego. No pasa nada por dejar de intentar tener la razón, de hecho, es algo que libera mucho. Desde la humildad, no soy más que nadie, no hay nada que demostrar, no importa lo que piensen de mí, eso es una gran liberación.
Así es mucho más fácil practicar la compasión, por los que no tienen tanta suerte como nosotros, los que no poseen tantas cosas, los que no tienen tanta salud, no tienen familia o los que han perdido algo importante.
Compasión por los que cometen errores y dicen cosas poco adecuadas, por quien no es capaz de conocerse para actuar mejor ante los demás, por quien no sabe lo que es la humildad y va imponiendo su criterio, por quien cree tener siempre la razón, por quien actúa sin pensar, por quien no sabe disculparse, por quien no sabe ver al otro que tiene enfrente, por quien no sabe aceptarte. Compasión por nosotros mismos.
Y desde ahí podremos perdonar, podremos liberar a nuestro corazón del yugo del rencor, del te la guardo, del yo eso no lo paso y de tener que estar siempre anotando las faltas de los demás para sentirnos siempre agredidos y así alimentar nuestro rencor.
Si hay heridas pasadas podemos decidir si queremos tenerlas siempre presentes, siempre doliendo, o queremos que se cierren y dejar de sentir esa rabia que nos da el dolor. Somos esclavos del rencor, que nos hace estar siempre alerta y pendiente limitando lo que hacemos o decimos. Sé que no es fácil y que puede ser necesario pedir ayuda y liberarnos dejando que nuestro corazón abrace la paz que da el amor.
Os propongo todo esto para Navidad y que no esperéis a que la otra persona de el paso, vosotros sois el ejemplo y el modelo de vuestros hijos y debéis valorar qué modelo queremos ser. Queremos que nos escuchen criticar a su abuela por lo que nos ha dicho, queremos que vean cómo discutimos con nuestro cuñado, o que noten cómo evitamos a esa tía que siempre tiene algo que decir. O queremos que vea como tratamos a todos con respeto y sobre todo a la familia, a su familia. ¿Probamos? Alguien tiene que empezar…
(Aunque no sea automático y no vaya a ser todo idílico solo con tomar la decisión, el cambio de hábitos es un proceso, que empieza con pequeños pasitos y los resultados se puede ver a medio o largo plazo)